Recuerdo que cuando estaba de Oficial en el Ejército del Aire (de Complemento) tenía a mis órdenes un subteniente con poco prestigio. Yo le insistía en que tenía que hacerse respetar por sus subordinados: soldados, cabos, cabos primeros, sargentos, sargento primero, brigada. Le faltaba autoridad y era incapaz de liderar en parte por su poca consistencia como persona. Cuando veía que la cosa se le iba de las manos gritaba a todos indiscriminadamente siempre con la misma reprimenda: “Yo cuando digo algo quiero que se me haga caso omiso, ¿está claro?, ¡caso omiso!”. El pobre diablo sin entender bien lo que decía, enfatizando la expresión pensaba que eso, que sonaba tan fuerte, era el máximo nivel de obediencia debida y si además lo decía gritando reforzaría su autoridad. La verdad es que la mayoría de los soldados que eran poco instruidos, se quedaban sobrecogidos con estas palabras. Solo dos de ellos, que sí tenían formación me miraban de reojo sin atreverse a sonreír pero por dentro debían pensar “¡valiente acémila!”.
Esto me ha venido con frecuencia a la memoria sobre todo cuando me he encontrado con directivos con tan poca autoridad que debían recurrir a gritos y amenazas para supuestamente reforzar su autoridad. Con esta estrategia lo único que se consigue es hacer un perfecto ridículo aunque se auto engañen pensando: “¡cuánto mando y cuánto me obedecen!”. Si no se genera confianza, se podrá dar órdenes e incluso puede que sean cumplidas pero no se puede liderar.
Esto me ha venido con frecuencia a la memoria sobre todo cuando me he encontrado con directivos con tan poca autoridad que debían recurrir a gritos y amenazas para supuestamente reforzar su autoridad. Con esta estrategia lo único que se consigue es hacer un perfecto ridículo aunque se auto engañen pensando: “¡cuánto mando y cuánto me obedecen!”. Si no se genera confianza, se podrá dar órdenes e incluso puede que sean cumplidas pero no se puede liderar.
1 comentario:
Datos muy importante eh interesantes.
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