Margarite Youcenar es una gran escritora. Me fascinó cuando leí en su momento Memorias de Adiano. Ahora estoy empezando a leer una colección de sus ensayos bajo el título Peregrina y Extranjera publicado por Alfaguara y ayer en "La última olímpica" me golpeó esta frase:
"Hay victorias y una vuelta de rueda las transforma en derrotas; hay derrotas y la justicia divina les devuelve, a la larga, su semblante de victorias".
Esta idea me suscitó algo que he pensado muchas veces. Se trata de lo difícil que resulta valorar a las personas y mucho más su desempeño profesional. Todos los directivos tenemos la tendencia a guiarnos por prejucios o preferencias. Existe la dificultad añadida de cómo medir, ¿a corto, a medio, a largo plazo? ¿Cómo combinar estas tres dimensiones? Es difícil pero lo que sí hay que evitar es emitir juicios de valor con tan solo resultados recientes.
Se puede caer en el peligro de considerar a alguien héroe porque ha hecho algo bien y al poco tiempo verlo como villano, tan solo porque se ha equivocado en algo o no está rindiendo como esperábamos o no hace las cosas de la manera como nos gustaría.
También influye en cómo discurren los cauces de información sobre esa persona. Si lo que nos llega está "filtrado" por personas con tendencia a tener sesgos de parcialidad, el riesgo de ser injusto es mayor. Por tanto, al final hay que apelar a la clásica virtud de la prudencia.
Para esto tres consejos:
1.- Evitar juzgar en caliente (dejar que pase algo de tiempo antes de emitir juicio sobre una persona)
2.- Contrastar la información con otras personas y ver si hay datos de entidad que nos puedan faltar (una enfermedad, una circunstancia de especial importancia, etc)
3.- Si es posible, escuchar las dos versiones (o sea, escuchar también al interesado antes de emitir juicio).
Todo esto parece de sentido común pero se le puede olvidar incluso a personas con la máxima experiencia y toda la buena intención.
miércoles, 14 de mayo de 2008
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