sábado, 24 de octubre de 2009

El proceso de Kafka


F.Kafka
Acabo de terminar de leer “El proceso” de Kafka. Leer a Kafka puede ser un ejercicio recomendable pero a mi juicio hay que hacerlo con cierta distancia entre libro y libro. El anterior que leí de Kafka fue “Metamorfosis” hace un año. Son libros algo asfixiantes, un tanto macabros y de lectura espesa. Es un autor de referencia que pienso que hay que haber leído. De hecho la expresión “algo es kafkiano” está muy extendida.
En “El proceso” se relata la historia de Josef K. Personaje del que no llegamos a conocer ni su apellido, de hecho se le denomina K. Tampoco la ciudad donde vive. Una mañana K. se encuentra con que ha sido arrestado por un delito que no le llegan a comunicar y se inicia contra él un proceso del que no conoce nada, ni si quiera quiénes le habrán de juzgar. Se ve inmerso en un proceso asfixiante, que le hace complicarse psicológicamente y sufrir lo indecible.
Casi todo lo que leo, me sucede que de manera natural procuro sacarle partido para las tareas de dirección. Por eso apunto algunas ideas extraídas del libro y su posible aprovechamiento para el aprendizaje en el trabajo de dirección:
-en un momento, se le acerca un desconocido que le dice “me he enterado que tu proceso va mal”. A veces en las empresas pueden suceder situaciones parecidas. Hay que pensar la inquietud que ha de producir este abordamiento. Esa misma persona se dirige a él pero a distancia para “no dejarse influir por él”, pues de hecho también forma parte del proceso.
-era sometido a interrogatorios breves y continuos, siempre en domingo para “no interferir en su trabajo”
-“el juez instructor escribe muchos informes sobre usted”. Pensar que se pueden estar escribiendo informes sobre uno, sin tener nunca la posibilidad de leerlos al menos para conocerlos para contrastar lo que se afirma sobre uno.
-cuando la familia se entera de que ha sido procesado la cosa se complica. “he oído que has sido procesado por un delito grave”. Se suman a la sospecha, con lo que se aísla más a la víctima.
-desde el primer momento queda claro que nunca va a conocer la acusación, por lo que la defensa tenía que hacerla a ciegas. Tan así era, que el defensor preparaba un memorial que ni siquiera leían los instructores pues sabían que no servía para nada. Cuando realmente se podía empezar a hacer algo era a raíz de los primeros interrogatorios –a los que no podía asistir el defensor-. Tras esa fase, el defensor preguntaba al acusado sobre las preguntas a las que había sido sometido y así podía intuir por dónde iban los tiros.
-se entera de que hay tres tipos de liberación: absolución real, aparente y aplazamiento. Pero lo curioso es que se entera de esto a través de un pintor que hacía retratos a los jueces: ¡todo es radio macuto! Tampoco sabe si fiarse de lo que escucha. Es vivir continuamente en la desconfianza.
En resumen que esta obra aparentemente de ficción seguro que al leerla trae a la mente muchas situaciones de injusticias en las empresas, de mobbing, de personajillos que se creen semidioses con poder para controlar la vida privada sus empleados y de juzgarles en “procesos” de acoso moral. Normalmente esos personajillos tan prepotentes, que suelen estar en puestos de staff con poco aporte de valor para las empresas, esconden detrás de sí unos seres tímidos, acomplejados e incapaces de decir las cosas cara a cara y sostener la mirada a sus empleados. Son fuertes y duros poniendo e-mails y criticando con otros directivos a espaldas de sus empleados pero luego a la hora de dar la cara, se les caen los pantalones.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Brillante reflexión

Guillermo